lunes, 28 de octubre de 2013

Pérdida


No se cómo empezar. No se que compartir. Sólo espero que hacerlo me haga bien, pues aún tengo mucha pena. 
5 semanas o menos tenía de embarazo hasta el martes recién pasado. Sería mi cuarto hijo. Nos alegramos de la noticia para mí, mi sueño cumplido, el esperado cuarto, el que creímos ser el varoncito de nuestros sueños. Hoy, sin embargo, ya no está. Y lo extraño. 
La noche anterior, aquel lunes, al orar lo sentí por primera y última vez, " para que esté bien" oré y él saltó; repetí por si había sido una casualidad "para que este bien" y el saltó, repetí por tercera vez sólo confirmando la sincronía " para que esté bien" y él o ella saltó. Oré repitiendo cada vez la frase comprobando que no era mi imaginación, que estaba allí en respuesta a mi oración se sentía parte vibraba junto a mí. 
Hoy ya no está y lo siento y lloro y no me acostumbro. Ni se porqué, ni como sucede el milagro de la vida. He buscado la doctrina y allí están todos los que no han podido seguir su desarrollo para llegar a esta vida, sólo en los corazones de quienes los llevaron en su vientre, los padres que como mi esposo lo guardan en sus corazones quienes también han llorado su partida y su ausencia. 
Yo te quería y te quiero bebe. La verdad es como tomar un trago amargo y pasarlo y sólo confiar que todo estará bien. 
Esta mañana entendí  que  antes de esperar comprender esto, era mejor para mí pedir que pueda yo simplemente tomar lo que tengo que tomar, retener y aprender lo que me es necesario tomar y aprender. Vivo lo que vivo pues es necesario, aún mis interrumpidas noches, en parte desveladas repasando cada cosa antes de. ¿Si algo hubiera sido distinto me he preguntado estaría el aquí aún, quizás si ...? Pero esas preguntas quedan sin respuestas. Y más vale ni detenerse en ellas, sino sólo conservar la dulzura de sus 3 saltos en repuesta a mi oración. 
De acuerdo a las etapas de desarrollo del embarazo era sólo como una lenteja, y su corazón se conformaba, para mí él saltó y no fue casualidad. Arrodillada en mi cama sintiendo mi guatita allí estuvo. 
Y ahora ¿qué hago?. Difícil es seguir, pero hoy sé que me hace bien llorar. Llorar por lo que amé y amo. Mi esperanza de un nuevo retoño, mi casa llena de niños, amamantar nuevamente. Sentir su delicada piel desnuda. Llamarlo por su nombre. Acurrucarlo, amarlo... Que sintiera a sus hermanos gritar y hacer escándalo. Ver como mi chiquitita se desprendía para dejar paso a una nueva guaguita en la familia. El auto grande de 7 asientos se justificaba más que nunca. Tendría asegurado su lugar. Tantas esperanzas que hoy no tienen un espacio, un tiempo un corazón donde latir. 
No sé sí tu espíritu pueda tomar un nuevo cuerpo mejor y más perfecto. No se sí era tu concepción y tu cuerpito de lenteja lo que necesitabas solamente, cuerpito que yo te ayudaba a formar y tener para regresar nuevamente al cielo otra vez. 
Sigo aquí como esperando una respuesta. Detenida como en un terminal de buses o trenes. Quiero que la espera sea larga para sentirte para vivirte y llorar tanto como lo necesite, para ser honesta completamente en mis oraciones volcando mis anhelos, deseos y temores más profundos en un Dios consolador y que sobretodo me escucha y sé que me pone el hombro y me abraza en mi pena, en mi espacio vacío. 
Me quedo en esta estación sentada o más bien recostada, queriendo estar calentita y abrigada, reflexionando porque aún te quiero sentir cerca, no quiero que el tiempo te borre. Para mí eres para mi eras para mi eres mi bebé. 
No sé que depare el futuro, no sé si alguna vez podré tener otro bebé. 
Tal vez me acostumbré por tantos años a estar embarazada, acariciando, amamantando , atendiendo a mis bajitos.
Me dije un año más que más da... 
Siempre amé la posibilidad de tener un hijo de traer al mundo a un nuevo hijo de Dios. Quería mi tiempo sí, pero que es un año, o dos criando a un pequeño a tiempo completo cuando luego crecen tan rápido y hay tanta ganancia por recibir, su amor, sus abrazos, sus reflexiones, locuras, jugueteos. 
Pequeñito como una lenteja como era, y sin embargo, me enseñó, que tener 3 hijos no es casualidad, que tener mi vida y vivir con mi esposo a mi lado es tremenda bendición. Ví a mis niños los recontemplé y agradecí y agradezco al cielo por dármelos, fácilmente podrían no estar y, sin embargo, ellos están y lindos y hermosos, completos y sanos. 
Hoy a propósito de eso mismo fue la clase de nuestra noche de hogar. 

Pequeño ya me enseñaste que la vida no es casual. Que tiene principio y fin que tiene origen divino cuyos hilos yo no controlo y que sólo agradezco de contar aquí en esta tierra con mis amados. 
La vida un don del más alto Dios, un don de amor, por ahora para tí ha llegado hasta aquí, sin explicaciones yo hoy sólo contemplo. 
Algún día sabré lo que hoy divago. 
Más ruego como hoy al amanecer pueda yo aprender lo que he de aprender y la amarga copa beber, sin amargura tener, y con confianza y fe un nuevo día emprender. 
Porque sé que sola nunca estaré un ángel ya tengo en el cielo para ver. Querido hijo donde estés te ama tu mamá que siempre, siempre, te quiso tener. 

Paola Núñez